David Ueman, nerd autodidacta y aprendiz eterno, tiene su primer contacto con la música electrónica a través del sonido chirreante, brutal y repetitivo de los videojuegos japoneses de 8 bits de los años 80s y 90s. Es en ésta época en que el patrón 4/4 queda inscrito a fuego en su mente a golpe de horas y horas frente a la videoconsola y el ordenador.
Su música, de sonidos y ritmos suaves, armónicos y aparentemente tranquilos fluye de sus dedos a las maquinas como un río aparentemente apacible pero agitado por corrientes profundas y violentas.
David Ueman ve en la música, y especialmente en la música electrónica, una herramienta útil para crear comunidad, y habilitar espacios en los que compartir placer, conocimiento, técnica, cariño, apoyo mutuo y mañaneos.
Cuando tenía 14 años la Fundación Antidroga emitió un anuncio en una de sus campañas de prevención en el que sonaba un techno ácido que le voló la cabeza. Cada vez que salía ese anuncio en TV, un joven Anormal subía el volumen todo lo que podía para escuchar esa música distorsionada proveniente de un sintetizador, era difícil imaginar que fuera precisamente la FAD quien le introdujera en la música electrónica.
Desde siempre ha vivido en una contradicción entre la norma y lo diferente, hasta que decidió que el único lugar habitable es el ser Anormal y frecuentar los sitios donde encontrarse con similares. Lo esperado, lo obvio, los modelos ordenados o lo normativo discriminan y excluyen aunque se presenten como supuestamente buenos, por contra la desviación, la mutación, lo divergente son espacios de aceptación e inclusividad y donde encontrar algo innovador. Es imprescindible la anormalidad para abordar el conflicto y satisfacer nuestra propia inquietud, entre ellas la musical, en este caso con cajas de ritmos y sintes en vivo.